Que nos deja el Carnaval y que esperar de Semana Santa
A mediados de marzo, el presidente del Ecuador, Guillermo Lasso decretó el fin de las restricciones de aforo e impulsaba el entretenimiento nocturno en nuestro país (la noticia véala acá). La pregunta que muchos nos hacemos es, ¿podríamos volver a la normalidad prepandémica? ¿ya estamos a salvo del virus? Y la respuesta, puede ser un tanto incómoda y compleja; es más, muchos podríamos tener la impresión que la respuesta es no. Y quizá no estamos equivocados. Entonces, ¿por qué quitar estas restricciones impuestas desde hace dos años? Exceptuando momentos puntuales, estas medidas se relajaron con el paso del tiempo.
Los cambios que estamos viendo en las políticas del Estado, son un reflejo de los conocimientos que tenemos actualmente a la luz de la evidencia científica disponible. Tenemos mucha más información sobre la forma de propagarse y generar contagios por parte del virus del COVID19 (SARS-CoV-2). Conocimiento que inicialmente no teníamos y muchas recomendaciones se basaban en extrapolaciones de pandemias pasadas. Pero estas fueron causadas por otra familia de virus, los virus de la influenza.
Todos recordamos como las recomendaciones iniciales (que muchos lugares mantuvieron de forma desfasada hasta hace no mucho) establecían numerosas conductas que en su mayoría contaban con pobre o ninguna evidencia científica. Por ejemplo: cambiarse de ropa al ingresar a casa, uso de guantes (desacertado en un contexto no médico), mascarillas en espacios públicos, tapetes desinfectantes y rociar con alcohol todo (incluido las compras del supermercado).
¿Es correcto liberarnos de las medidas?
Desde hace más de un año hay evidencia contundente en contra de muchas de estas medidas. Incluso la entidad reguladora de Estados Unidos recomendó abandonar estas prácticas, ya que el virus no se contagia por las superficies (lea las recomendaciones acá). Por eso muchas de estas medidas ya no estaban en las recomendaciones oficiales del gobierno. Pero se mantuvieron dos que no demostraron eficacia alguna en limitar los contagios. La primera era el uso de mascarillas en los espacios públicos y la segunda las limitaciones de aforo.
Ahora sabemos que la transmisión del virus es totalmente aérea: dos metros de distancia es absolutamente insuficiente y el contacto con superficies difícilmente podría llevar a un contagio. Por eso lo más importante es la ventilación. Al aire libre el viento permite un recambio de aire que evita la transmisión. A menos que nos encontremos un gran número de personas en un espacio limitado (por ejemplo, estadios o conciertos). Tener que andar en el parque con mascarillas nunca fue necesario. Ahora los aforos poco ayudan en un espacio cerrado, si hay 10 o 20 personas el riesgo de contagio es el mismo, porque la distancia social es insuficiente. La única diferencia es que con menor aforo, menos personas se contagiarían al mismo tiempo. Si a esto sumamos que en el Ecuador cada vez se cumplían menos las medidas, estas normas se volvieron inútiles.
Límites de aforo. Uso de mascarilla
Luego de dos semanas de carnaval no hubo incremento del número de casos, a pesar de la masiva movilización. Esto por tener una población con amplia cobertura vacunal que, además ya fue expuesta a la variante Omicrón. Esta última fue ue la ola con mayor número de casos desde que comenzó la pandemia, aunque sin una mortalidad tan elevada. Esto significa que hemos alcanzado, finalmente, la inmunidad de rebaño. Tanto por la vacuna como por haber enfermado masivamente (si un incendio consume todos los árboles del bosque, eventualmente el fuego se extinguirá).
Es muy probable que luego de semana santa tengamos nuevas sorpresas, aún si nos liberamos de las mascarillas en la mayoría de los espacios cerrados. Esto, claro esta, siempre que no irrumpa en el escenario alguna nueva variante que haga escape inmunitario. Es decir, que pueda contagiarse a vacunados o infectados con variantes previas, tal cual como pasó con la variante omicrón
¿Entonces volveremos a la antigua normalidad? Como se dijo al principio no por lo pronto. Sólo nos estamos adaptando a una nueva normalidad, con una significativa inmunidad de rebaño y abandonando medidas que han resultado inefectivas y concentrándonos en lo que funciona: usar mascarillas en los servicios de salud y en espacios cerrados; sobre todo de amplia circulación como supermercados y bancos y tener claro que la economía (y nuestras vidas) deben continuar, con esperanza que la pandemia no de un nuevo giro que como cualquier serie adictiva de televisión ha tenido impresionantes cambios que ha permitido mantenerla en el aire por varias temporadas. Pero no podemos bajar la guardia del todo.
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